CIRCULACION EN PLANTAS

El desarrollo de un sistema circulatorio, de complejidad creciente en las distintas formas de vida, es una prueba de los mecanismos de la evolución. En los organismos celulares simples, como la ameba y el paramecio, la función de transporte está asegurada sencillamente por las corrientes de material protoplasmático, que absorben o expulsan sustancias. Pero ya en las talófitas o algas, se observa la presencia de vías circulatorias. Los vegetales terrestres necesitan asegurar sus recursos hídricos, y para ello cuentan con tejidos de absorción y conducción de agua y nutrientes. Los helechos, las más evolucionadas entre las plantas inferiores, muestran perfectamente diferenciados los tejidos de conducción.

Para la circulación de la savia, la planta cuenta con dos tipos de tejido: xilema y floema. Sus elementos de conducción se asocian con tejidos de sostén y parenquimáticos (que almacenan reservas), generalmente, están agrupados formando hacecillos conductores. El xilema es leñoso, con células muertas especializadas que forman vasos conductores, unidos entre sí. El floema está formado por células vivas unidas entre sí por orificios. Estos tejidos están ubicados de distinta manera en los diversos órganos de la planta.

La savia es una mezcla de sustancias orgánicas e inorgánicas, integrada en un 98% por agua -el porcentaje varía según las distintas especies-, y en el resto por sales, azúcares, aminoácidos y hormonas. La savia bruta, compuesta por agua y sales minerales disueltas, absorbidas por la raíz, sube por el xilema y alcanza las partes de la planta donde se realiza la fotosíntesis, es decir, la transformación de los minerales en materias que el organismo necesita. A través del proceso de la fotosíntesis, la savia bruta se convierte en savia elaborada, compuesta por sustancias producidas en el metabolismo, que descienden por los orificios del floema y se distribuye en toda la planta.

Entre los minerales necesarios para las plantas, los de mayor valor son el nitrógeno, requerido para la multiplicación celular; el fósforo, que integra compuestos ricos en energía; el potasio, que favorece la asimilación de sustancias nutritivas; el calcio, que une y protege las células; el cobre, de valor durante el período de crecimiento; el cinc, que interviene en la formación de los líquidos, y el manganeso, en la de sustancias proteicas. Además, requiere magnesio, ya que ese elemento interviene en la formación de clorofila, pigmento que interviene en la fotosíntesis.